sábado, 18 de agosto de 2007

De tiendas

18 de agosto de 2007


Hoy he visitado de nuevo el centro de la ciudad y además sus tiendas. No me interesan tanto las grandes tiendas como las pequeñitas, las de las familias que llevan cuidándolas desde tiempos inmemoriales con sus mostradores gastados y las de los nuevos que comienzan. Me he perdido entre estanterías de diferentes tiendas. Tengo que reconocer que siento una especial debilidad por las tiendas de antigüedades y las de libros. En las tiendas de antigüedades uno se transporta en el tiempo, observa sillas y mesas que han albergado conversaciones, caricias, discusiones, confesiones, llantos... uno se asoma a la intimidad de una vida pasada, una vida y una privacidad que no le pertenecen. Cada muesca de la mesa revela algo acontecido que ha dañado la integridad de la misma al igual que las muescas que llevamos dentro esperando que algún día cicatricen. Uno ve una guitarra, un piano, un violín y se pregunta qué manos los habrán tocado, qué notas se habrán desprendido de sus cuerdas; ve un libro y piensa qué emociones habrán provocado a sus lectores. Me gustan los libros nuevos porque me encanta oler sus páginas vírgenes, pero nunca deja de ser una aventura emocionante leer un libro que ya ha pasado por otros ojos y pensar qué habrán sentido lectores anteriores en esa misma página, en esa misma frase, ante la sorpresa provocada por tal palabra que da un giro inesperado a la historia y qué emoción cada vez que entre las páginas aparece una anotación, un comentario, un papelito con algo escrito, un poema original del lector anterior por un amor fracasado; siempre son por un amor fracasado o a lo sumo platónico.

Me he perdido entre las estanterías de varias tiendas de antigüedades, por llamarlo de alguna forma, que hay tanto a las afueras como cerca del centro de Jyväskylä. Las tiendas de antigüedades de esta ciudad no son del modo en que yo las he conocido en otras partes. Aquí son más tristes, más trágicas. Parece como un trastero en el que se han ido acumulando las cosas sin valor que nadie quiere. Uno no espera encontrar cassettes de música en una tienda de antigüedades tal y como me he encontrado en una en concreto. En esta misma tienda, al pie de una estantería, me he topado con un zapato blanco de tacón que estaba volcado y uno no puede dejar de relacionar esa imagen con la de una tragedia, un accidente, un terremoto quizá. Un zapato solitario y volcado no suele ser buen augurio.

Por lo demás, he visitado un mercadillo en el que básicamente se vendían verduras y hortalizas y, cómo no, una librería. Cerca de la iglesia cuya foto os puse ayer me he cruzado con el batería del segundo concierto que estuve oyendo y que llevaba la camisa fuera. Hoy, por cierto, llevaba la misma camisa por fuera (me fijo más en estos detalles desde que trabajo en Ingema, ¿por qué será?).

Como prometí ayer he ido al supermercado y he podido comprobar de primera mano que, al menos allí, no venden cervezas sin alcohol. Habrá que seguir investigando. Cada vez resulta más intrigante, ¿existirá la cerveza sin alcohol en Jyväskylä?

Las fotos que os adjunto esta vez son del atardecer de hoy.








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