miércoles, 29 de agosto de 2007

El congelador vacío y el balcón lleno

29 de agosto de 2007


Muchas gracias, Bea, por el comentario que has puesto en la entrada anterior. Tú siempre con palabras tan sumamente cercanas, tan amables y con tantos ánimos. Muchas gracias por lo que dices. No obstante he leído suficientes cosas escritas por ti como para poder afirmar que me daré por satisfecho, en mi ámbito literario, si algún día llego a escribir un texto, con uno me vale, que pueda siquiera compararse con los que tú, con sorprendente habilidad y con suma soltura, escribes. Si alguna vez lo consigo, podré decir que por fin he escrito un gran texto. El mío sería un gran texto; los tuyos son sublimes.



El trabajo va avanzando. Creo que el tiempo me ha cundido bastante hoy. A ver si mañana me reúno con Taina ya que me dijo que podía ir a su despacho cuando quisiera, que está para eso y prefiero que vea y pueda echar abajo lo de un día a lo de una semana. Una vez que los análisis estén terminados ya puedo ser más independiente.


Hoy, como quien recibe un regalo que no desea, la temperatura ha bajado un grado más. Hace tanto frío que la ropa de verano ni siquiera se atreve a salir del armario. Por la mañana he intentado coger una camiseta de manga corta para vestirme y casi me muerde. No me ha hecho un corte de mangas porque no puede. Nada, ahí se ha quedado en el armario con el resto de ropa veraniega tiritando. Por lo que he podido saber, aquí hay una semana allá por enero en la que la temperatura baja hasta menos treinta grados. ¿Pero eso es posible? Menos treinta grados. Así que Raikkonen nunca sonríe. Un año se le quedó la cara tan helada que sufre parálisis facial para el resto de su vida. No es que no muestre sus emociones, es que no puede. Por lo visto la gente debe ir con la cara completamente cubierta, menos los ojos, y, sobre la tela que cubre la cara, se va formando una costra de hielo por esto de la humedad de la respiración. No me extraña, con esa temperatura se te tienen que congelar hasta las lentillas. ¿Habrá rascadores para las lentillas como para los parabrisas de los coches? ¿Habrá que echar agua a las lentillas para que se descongelen? ¿Cómo vive aquí la gente con lentillas durante esa semana? Por suerte, por ahora, veo perfectamente. Me imagino al mercurio de los termómetros acumulado en la bola de la parte baja diciendo ¡Que se asome otro a mirar a ver qué temperatura hace; yo de aquí no me muevo!



Menos treinta grados ¿De qué viven los vendedores de helados durante esa temporada? Cualquiera que tenga un zumo o un refresco en casa puede hacerse un polo simplemente dejándolo en el balcón ¿La gente meterá las cosas en el frigorífico para descongelarlas? ¿Mantienen el frigorífico enchufado durante este tiempo? ¿Utilizarán el balcón a modo de arcón para los congelados? ¿Es posible comer un perrito “caliente” a menos treinta grados? ¿Las calenturas se curan saliendo a la calle? ¿El excremento de un pájaro volando a una altura considerable es algo potencialmente dañino? ¿Tiritan las tiritas? ¿Durante una semana los padres no tienen excusas para poder decir aquello de “mira niño no me calientes...”? ¿Si quieres café con hielo te responden “pues sal a dar una vuelta”? Son algunas de las preguntas que a uno le surgen. A todo esto, me dijeron algo así como, tranquilo esto sólo suele durar una semana o dos, el resto hace menos diez, menos veinte grados...



Cuando todavía no he resuelto el tema de los telefonillos de ducha en los váteres, aunque prometo responder a esta cuestión, ahí os mando otra adivinanza (ésta bastante más sencilla) ¿Para qué sirve esto que hay en mi portal?



1 comentario:

Idoia dijo...

Para limpiar las bicis? para desencarcharse?, desde luego tiene que ser útil por que de adorno en la entrada de tu casa es un poco feo.