miércoles, 22 de agosto de 2007

El ambigú

22 de agosto de 2007


Si alguien hubiera aceptado la apuesta que lancé ayer acerca de mi hora de vuelta, me hubiera ganado. Predije que iba a llegar a las 21'00h y he fallado. He entrado por la puerta de casa (y esto no es broma) a las 20'59h.

A las 18'30h hemos llegado a casa de Taina. Es una casa preciosa. Tiene un terreno hermoso con dos construcciones, ambas de madera. En el terreno hay numerosas plantas (al parecer es muy ducha en en cuanto a la jardinería) y las zonas no ocupadas por las plantas están tapizadas por una hierba fina y bien cuidada. La más vieja de las construcciones, tendrá unos 150 años, es de madera y en la curvatura de los listones se nota el peso que los años ha puesto sobre ellos. La madera está pintada de rojo y el techo es metálico. Originariamente, esta construcción era algo así como la tienda de la zona, estas tiendas de aquellos años en las que vendían de todo, tiendas, todo sea dicho, que están en vías de extinción y que a mí personalmente me apasionan. Miras entre sus estanterías y te encuentras los objetos más diversos e insospechados; me fascina. La otra construcción, la casa propiamente dicha, es una vieja construcción con la base de cemento y el resto de la casa de madera pintada de color crema excepto el tejado que es del típico color rojizo de las tejas. Parece que esta construcción es de la época en que Finlandia estaba ocupada por los rusos. Es una casa con un encanto especial que, aun a riesgo de repetirme, le hace a uno pensar acerca de los anteriores habitantes y de los habitantes anteriores a los anteriores habitantes; cuánta historia inmersa entre sus paredes, cuántas generaciones habrán pisado su suelo.



Taina nos ha recibido con una sonrisa que parece acariciarle a uno. Nos hemos metido en la casa y nos ha ofrecido vino tinto y vino blanco, así que yo he pedido agua y me ha traído un vaso de agua con gas tan habitual en el norte de europa, pero que aquí no había visto hasta hoy. La casa por dentro es sencilla y acogedora. Sobre la mesa del salón había dos pasteles de verdura y dos tipos de ensalada que atentamente nos ha ofrecido. Cada uno se ha servido lo correspondiente y hemos salido a la mesa del jardín. Imaginaros la situación; siete mujeres y yo sentados alrededor de la mesa del jardín con la particularidad de que, en este caso, mujer era igual a saber finés y hombre era igual a no saberlo. Así que se han puesto a hablar de sus cosas en finés manteniendo una conversación muy animada de la que yo era incapaz de enterarme de nada, por lo que he tenido bastante tiempo para mirar alrededor fijarme en los detalles de las casas, la marca de la cerradura, las astillas de la madera, el florecer de las plantas, el ir y venir de los gatos de Taina, etc. Al rato, un tiempo que se me ha hecho eterno, han venido los que mañana van a dar la charla (un americano y un británico) y yo he pensado “esta es la mía, con ellos puedo charlar” y hemos estado charlando un rato aunque, fuera de su ámbito de trabajo, tampoco tenían tanta conversación, ¿a alguien le suena?

Así que he vuelto a cambiar de bando y he vuelto a los orígenes con seis de las siete mujeres que hablan en finés y por fin he conseguido ponerme a hablar en inglés con algunas de ellas. Cuando la conversación estaba empezando a animarse la gente ya estaba recogiendo y cada cual para su casa. Claro, hay que entender que casi todas son madres y que no quieren llegar “tarde” a casa. Así que para las 20'30h ya estábamos saliendo.



Recuerdo que Idoia me preguntó a ver qué hacian entre la cena (cenan a las 5-6 de la tarde) y la hora de acostarse (10-11 de la noche). Lo he preguntado varias veces y hasta hoy no me habían dado una respuesta satisfactoria; hoy, por el contrario, me han dado una respuesta contundente: “life”, la vida; su vida transcurre en esas horas. Están en familia, con los amigos, etc. Así que ésas parecen ser las horas más importantes del día en sus vidas. Esto no es difícil de entender ya que durante el día apenas tienen contacto con otras personas.

Así que no ha habido baile (ni suelto ni agarrado) ni nada por el estilo, pero he aprendido que los finlandeses tienen una conversación mucho más animada y entretenida de lo que uno pudiera pensar a primera vista. En el centro en el que trabajo se juntan a diario sobre las 9'30h de la mañana para tomar café. Yo no me solía unir porque pensaba que ellas querrían hablar de sus cosas en finés, pero he descubierto que muchas están deseando hablar en inglés ya que van a tener que defender sus tesis en este idioma.

Y es que, como decía aquél, es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que en el propio y, como en este caso, uno cree que las demás prefieren estar solas cuando están encantadas de compartir su tiempo con uno.

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