domingo, 19 de agosto de 2007

Paz

19 de agosto de 2007


Estoy enamorado. No de nadie en particular, sino más bien de un concepto, de una forma de vida. Hoy he estado paseando por algunos de los infinitos caminos reservados sólo para ciclistas y viandantes y me he dejado llevar por la tranquilidad, el silencio, el aire puro, por la paz... una de las cosas que más me ha impresionado es el silencio. Ayer oí por primera vez una sirena a lo lejos y se me hizo extraño y me di cuenta de que cosas que allá me parecen naturales como el ruido y las sirenas, aquí no lo son. Tuve que escuchar la primera sirena para darme cuenta de que llevaba una semana sin escucharlas. Me ha comentado mi aita que ya han hecho el desvío de la N1, así que se supone que no habrá tanto ruido debajo de mi casa, pero no es lo mismo. Así como a mi querida Etxaniz (Aitziber) le encanta estar rodeada de gente y participar de la parranda y retirarse a la tranquilidad cuando lo cree conveniente, en este sentido yo soy totalmente opuesto. Me gusta vivir tranquilo que ya decidiré cuándo quiero ruido y cuándo parranda.






La otra cosa que me tiene prendado es el ritmo con el que se vive. Allá siempre andamos corriendo de un sitio para otro; siempre andamos con estrés e, incluso a veces, con escuatro. Quiero decir que vivimos a un ritmo que no es el nuestro o, mejor dicho, que no es el mío. Y es que, al fin y al cabo, vivir con tanta prisa y a tal velocidad es algo así como comer rápido; uno se alimenta, pero ni saborea ni disfruta de lo que come y además acaba con una úlcera al igual que tantas otras úlceras que nos surgen en esta vida que no tenemos tiempo de saborear ni de disfrutar, y es que resulta que para cuando quieres darte cuenta de una cosa, ya estás en otra. John Lennon decía en una canción que la vida es eso que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes. Aquí la cosa es diferente. La gente vive tranquila, conversa tranquila y goza y transmite una tranquilidad que se contagia a quien escucha. La vida aquí es otra cosa.








Hoy he visto casas rodeadas de naturaleza. Casas rodeadas por un silencio que es interrumpido únicamente por algún vecino que corta madera en la lejanía preparándose para el duro invierno que inexorablemente vendrá algún día. Casas con jardín, con una mesa cubierta mediante un techo de madera y junto a esta construcción una barbacoa de ladrillo. Casas con un riachuelo cruzando el jardín y cayendo en pequeñas cascadas a lo largo del mismo para finalizar en un pequeño lago, casas con niños jugando descalzos en la hierba mojada del jardín. Lo he visto separado y lo he visto todo junto y resulta una imagen sumamente atractiva.

Uno llena los pulmones y se da cuenta de que dentro todavía le queda algo, aunque casi lo había olvidado... es maravilloso no sentirse vacío y, más aún, ser consciente de que uno no se siente vacío, pero a la vez es aterrador vivir con la presunción y la sospecha de que uno puede estar vacío y nunca jamás llegar a darse cuenta...



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