Hoy Elena y Mari Feli han vuelto de unas maravillosas vacaciones por el ancho mundo. Tranquilas, no os alteréis demasiado y buen comienzo de semana.
Hoy por la mañana, hacía una temperatura que los del norte denominaríamos como fresca. Así que me he puesto una camiseta de manga corta, he metido el jersey en la mochila y he ido hacia el Centro de Investigación en bici. Según me iba alejando de casa, he podido percibir el detalle de que aquí todo el mundo iba con abrigo y me miraba como extrañado. Cuando he llegado al Centro, me he encontrado con una compañera encogida de frío, con un pedazo de abrigo que ni para Siberia. Se me ha quedado mirando como diciendo, este tío desayuna tequila y lleva la calefacción incorporada o no anda muy bien de la cabeza. Digo que creo que es eso lo que ha pensado, no sólo por la cara que ha puesto, sino también por los comentarios que me ha hecho. Y claro, uno no puede dejar de preguntarse si están así con cinco gradetes, que tampoco es nada del otro mundo, cómo se pondrán a menos treinta. ¿Se envuelven en un ovillo de lana y van rodando hasta su lugar de trabajo? Porque la intuición me dice que de cinco grados a menos treinta la diferencia tiene que ser abismal. Tampoco es que esté seguro, sino que es una simple sospecha. Por la tarde-noche la temperatura ha bajado más (o a mí así me lo ha parecido) y el jersey ha sido inevitable tanto para andar por la calle como para moverse en bici.
Una cosa que tenía pendiente, la gente de aquí me lo estaba diciendo con bastante asiduidad, era hacerme con un teléfono móvil. Comprar una tarjeta era de lo más sencillo, pero el problema era que mi teléfono no está liberado, sino que los amigos de vodafone lo tienen para ellos solitos. No obstante, me sonaba que María me había dicho en una ocasión que para liberarlo sólo hacía falta dar un par de pasos bastante sencillos. Así que buscando en Internet he ido a parar a una página en la que indican todos los pasos necesarios para liberar los móviles (Nokia). Por suerte, el mío es de esta marca y lo he liberado con toda facilidad, de modo que ya tengo teléfono con tarjeta finlandesa.
Por cierto, y a pesar de los vaciles que he visto en algún comentario, sí, desde hoy, cuando llego al Centro de Investigación, me quito las zapatillas y me pongo las chanclas con calcetines y, aunque uno se siente de lo más ridículo, he de reconocer que es realmente cómodo. Recuerdo lo incómodo que me suelo sentir en invierno con las botas puestas todo el día apretándote los pies, que, cuando llegas por las noches a casa y te quitas las botas, los pies te miran y te dicen, tío ya te vale. Desde aquí rompo una lanza a favor de la liberación de pies. No sé si llegaré a probar algún día lo de ir en calcetines o, incluso, ir descalzo, pero por ahora, yo no dejo la costumbre de llegar al Centro de Investigación, quitarme el calzado y ponerme las chanclas con calcetines. No es estético, pero es muy cómodo. ¿Llegará esta costumbre al otro lado del lago? No tienen por qué ser chanclas, pueden ser chanclas con lacitos y con floripondios e, incluso, pueden ser zapatillas de casa rositas con todo tipo de adornos. En lo que a mí respecta, me han convencido.
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